Ausencia sentimental

Ausencia sentimental

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Donde se esconde el silencio

 Claro que recuerdo ese día. Esa tarde fui como todos los días al parque,  me gustaba ir a este parque porque siempre permanecía solo, además que estaba a las afuera de la ciudad hoy es mejor estar frente la pantalla de un celular que escuchar el dulce repicar de un balón.  Este lugar no solo era mi lugar preferido porque podía jugar en paz sino que también servía para pensar mejor sin ningún tipo de distracción, ni perturbación.
Ese día fue distinto, porque por primera vez vi alguien sentado en una de las bancas del parque, no te presté mucha atención y pasé directamente a la cancha a jugar, pero no era lo mismo, me había acostumbrado a jugar solo y tu presencia me inquietaba, me perturbaba; en tantos años nadie había ido por ahí y ¿por qué de un momento a otros aparece este desconocido? La curiosidad pudo más que yo y me dirigí a ti y te convide a jugar, me dijiste que no sabías jugar básquet y te respondí que no te preocuparas   que yo te enseñaba. Jugamos toda la tarde, nunca había disfrutado tanto un juego como el de ese día, cuando acabamos de jugar  nos sentamos en la banca y hablamos un poco, quedamos ese día que al día siguiente íbamos a jugar de nuevo y nos despedimos.
Al día siguiente llegué más temprano para esperarte, pasó una hora, dos horas, tres horas y no apareciste, ese día no jugué por esperarte, cuando me disponía a irme del parque apareciste y  me dijiste que te disculpara, que te había surgido un problema y  aunque no te creí de a mucho te dije que no te preocuparas que yo entendía y que estaba muy apurado ese día y que me disculparas por tener que irme a prisa pero que había esperado alrededor de tres horas y que no podía esperar más, quedamos que al día siguiente si jugábamos y nos fuimos, en realidad me fui, tú te quedaste en la misma banca del día anterior, pero tu mirada era distinta, el día anterior tenías una mirada vacía, como si no tuvieses rumbo, ni camino  y esta había desaparecido.
El tercer día llegaste temprano y jugamos, fue el primer partido que consolidó una gran amistad, después de ahí todos los día nos encontrábamos en el parque para jugar. Pasaron cinco  largos años y nuestra amistad crecía cada vez más, te pasaste para mi colegio  y estuvimos en el mismo curso, te convertiste en un bastón de apoyo para mí, una luz que iluminaba las tinieblas de mi existencia. Nunca había tenido un amigo y tampoco es que lo buscara ávidamente pero tú habías llegado en un momento importante y fundamental de mi vida.
Cuando nos encontrábamos en once, último año de la escuela, habíamos quedado en ir a la misma universidad y facultad, pero algo inesperado ocurrió, comencé a sentir fuertes punzadas en el corazón, lo tenía de vez en cuando, pero ese año se incrementaron y más agudas, mis papas cada que le preguntaba sobre lo ocurrido  evadían el tema, hasta ese día. Aquel martes me llamaron a su habitación y me dijeron que desde nacimiento había venido con una deficiencia en el corazón y que al nacer  le dijeron a ellos que mi vida no se prolongaría más de los dieciocho años, la edad que en ese momento tenía; me enfurecí, y lloré amargamente, no podía soportar que me hubiesen ocultado por dieciocho años eso, ahora estaba ante una muerte inminente, me encontraba en un callejón sin salida, y la única solución era una trasplante de corazón, que era imposible porque hasta ese momento en dieciocho años no habían encontrado un corazón que compatibilizara con mi cuerpo.  En el momento que iba a salir de la casa me retuvieron dos tipos altos con bastas blancas, supe en seguida que era médicos, le pedí que me soltaran pero no accedieron, grite duro pero nada resultó, aparecieron mis padres y le supliqué hasta el cansancio que les dijeran a esos tipos que me soltaran, pero no musitaron palabra, me urgía ir donde ti y decirte lo que me estaba ocurriendo, necesitaba decírtelo a ti, a mi único y gran amigo. Cuando mi padre dijo algo fue para decir que era por mi bien y en ese momento sentí una inyección que traspasaba mi piel y  luego no sentí nada, nada de nada.

II
M extrañé de que no hubiese ido al parque. Durante una semana esperé por horas a que llegaras pero no lo hiciste, por eso fui a tu casa, pero aun ahí no estabas, toqué por días y horas la puerta que nunca abría, pasé soles y lluvias esperando que llegaras, pero nunca hubo movimiento, las luces siempre estaban apagadas y la casa estaba deshabitada.
Así duré dos meses, estaba desilusionado, lo que se me pasaba por la cabeza era que te habías mudado y no habías sido capaz de despedirte, tanto tiempo juntos y todo había acabado como si   nada hubiese ocurrido, cada vez que pensaba de esta manera mi alma se llenaba de dolor y mi corazón arrugado no quería entregarse a la resignación, seguí yendo a tu casa  con la esperanza vaga de encontrarte, hasta que por fin ocurrió.
Ese viernes no tuvimos clase y me fui desde muy temprano para tu casa, no desayuné porque mi corazón presentía que  iba a saber de ti, me senté en la banca que está del otro lado de la calle, toque y toque y nada, cada media hora hacia esta tarea, ese día hizo sol como nunca y el bochorno era enervante como que anuncia una fuerte tempestad, pero aguanté hasta el desmayo, en las horas de la tarde calló el torrencial aguacero con granizo como casi nunca se ve por aquí, pero no me moví de la banca y me levantaba cada media hora a tocar la puerta para ver si alguien abría pero nada, no quería pedir la esperanza y por eso no me moví de esa banca. Eran ya las siete de la noche, habían pasado ya doce horas desde mi llegada cuando un carro se parqueó frente de la casa y vi bajar a tus padres de él, pensaba que venías con ellos pero nada, me apresuré, crucé la callé y me precipité sobre la puerta. Cuando tus padres me vieron se echaron a llorar y me contaron lo sucedido. Quedé anonadado, estupefacto, no podía creerlo, me explicaron que tuviste la intensión de ir a mi casa a contarme  lo ocurrido pero que había que tomarse medidas pronto y ellos te lo habían impedido, si antes me sentía mal, ahora estaba decepcionado con la vida y el mundo, hasta con el mismo Dios que después de haberme dado una razón para vivir ahora me la arrebataba sin compasión ni caridad, me dijeron lo del trasplante y que lo médicos habían dicho que solo te quedaban tres día para ser desconectado porque mantenerte con las maquinas era muy costosos y ya tus padres no estaban en la capacidad económica de sobrellevar todo esto, se vinieron de la clínica para afrontar tu muerte inminente, y para ir acostumbrándose al mundo de soledad intensiva  al cuál se acercaban; pero ¿qué podría hacer yo? No aguantaba la impotencia al no poder hacer nada, quería en ese momento tener la capacidad de dar vida, pero era inútil y por más que llorara y renegara tu partida sería inminente, me tocaba como tus padres  afrontar tu muerte y acostumbrarme al mundo de soledad intensiva que se acercaba tras tu partida, pero ¿la vida para qué? que me llevara Dios si fuese posible, porque es más preferible la muerte que una vida llena de oscuridades y desenfrenos.
Acongojado me fui de tu casa, no paraba de llover y ahora ni eso me importaba, no me importaba nada, no tenía cabeza para nada, quisiera tener una solución para ti pero ¿qué podría hacer… apresuré mis pasos, llegué a mi casa sigilosamente para que nadie se percatara de mi presencia, subí a mi cuarto y empaque unas cuantas mudas de ropa en el bolso de la escuela, me fui sin decir nada, sin despedirme, sin decir adiós, iba a tomar un camino que no tiene retorno, pero que era lo mejor para mi, ¿qué sentido tendría mi vida sin ti? Ninguno, por eso lo que iba a ser era lo mejor.

III
Cuando llegué a mi casa lo primero que hice fue llamar a la tuya, el teléfono timbró y timbró pero nadie lo agarró, no desistí y marqué y marqué pero nadie contestaba. No creas, el hecho de que no me hubieses ido a visitar en mi convalecencia me entristeció pero lo comprendí porque no sabías nada, pero en mis últimos días nunca estuviste y en mi recuperación tampoco y tenías pleno conocimiento de mi estado de salud porque sabías por boca de mis padres que tres días antes de que los médicos dijeran que me iban a desconectar tu llegaste a la casa y ellos te dijeron todo, pero eres mi mejor amigo y te perdono cualquier cosa, cualquier falta, todo por mantener nuestra amistad.
Quiero contarte lo feliz que me siento al tener otra oportunidad en esta vida, por dieciocho años había buscado un corazón compatible y no lo habían encontrado y de un momento a otro aparece uno en optimas condiciones y que compatibiliza bien con mi cuerpo, lo único que sé es que era un señor que había muerto de un problema gastrointestinal, está muerto y por eso no le puedo dar las gracias personalmente, pero toda mi vida se lo voy a agradecer; pero a pesar de toda esta alegría hay algo que me entristece y es el hecho de no poder compartir contigo esta alegría que invade todo mi ser. Todos estos días he ido a tu casa pero nadie abre la puerta, me la he pasado llamando y nadie descuelga el teléfono, los vecinos de tu barrio no saben nada, claro, viven tan inmiscuidos en sus vidas que le importa nada lo que les pase a los demás, pero incluso en el colegio nadie me dio respuesta, nadie se había percatado de tu ausencia, imagínate que ni siquiera de la mía, pasábamos tan desapercibidos que pasamos a ser anónimos con gente que habíamos compartido seis largos años, pero incluso tu facebook estaba en inactividad aproximadamente tres meses, antes de que me internaran en la clínica, pero nunca apareciste, te esperé y nunca llegaste, me asomaba por el  parque pero no te dejaste ver, hasta que desistí de pensar en que aparecerías, perdí la esperanza y acepte que me habías abandonado en el momento más crítico de mi vida, no quería afrontar esto pero no podía vivir toda mi vida tapando el sol con un dedo, quise olvidarte pero los recuerdos se clavaban cada vez más en mi, trate de vivir como si no me afectara aunque por dentro me estaba desgarrando de dolor, Kyle, quería odiarte pero incluso en eso no podía.
Sabes, entré a la universidad a la cual habíamos planeado entrar juntos y entré en la faculta de nuestros sueños, estudié medicina, me fue muy bien pero aun así la vida no era lo mismo, encontré una novia, ya llevamos tres años, no quería pero de pronto su presencia lograría disipar mi melancolía, pero ni eso lo logró, ella es muy paciente conmigo y me quiere mucho, yo la amo muchísimo pero poco se lo demuestro porque me da miedo que me volviera a ocurrir lo que me pasó, mostrarle todo mi amor y al final me bote a la basura como si nada hubiese pasado, no quería afrontar eso y sería muy duro para mí.
Dejé de ir al parque, evitaba todo lo que me trajera tus recuerdos aunque escapar a ellos me resultaba imposible, traté de hacer nuevos amigos, me fue muy bien pero no era la amistad que buscaba, buscaba una amistad de verdad y no de salidas y comilonas; pasaron muchos años hasta el punto que mi inconsciente había olvidado esos bellos momentos de juventud pasados contigo, bueno en realidad era lo que trataba de hacer pero en lo momentos menos pensados eso pensamientos volvían a mí como misiles que atacaban directamente al corazón.

IV
Ya han pasado seis años, el  próximo mes me graduaré y con honores, me hubiese gustado que lo hubiésemos hecho junto, pero esta vida se encargó de separarnos. Hace como cinco años no visito el parque, ese donde nos hicimos amigos, ese donde pasamos buenos momentos, últimamente he tenido ganas de volver, como que ya he empezado a superarlo, ¡antes de la graduación lo haré!
Dos días antes de la graduación fui al parque, ¿por qué? no lo sé, de pronto porque tenía ganas de dejar aflorar los recuerdos, además me dije que iba a superar eso, que iba a pasar la página y seguir escribiendo mi historia.
Cuando llegué al parque me senté en la banca que siempre nos sentábamos después de jugar, pasé aproximadamente tres horas, lloré amargamente porque estos recuerdos fueron más fuerte que yo, pero me calmé, era  la última vez que lloraba por eso, recordé el primer día que nos conocimos, ahora que lo pienso bien, siempre me ocultaste cosas, porque es la hora y no sé porque ese día te encontrabas en el parque, bueno, en realidad eso no tenía mucha importancia, lo importante aquí es que habíamos sido los mejores amigos.
Ese día me prometí que iba a olvidar todo, que iba a desechar esos recuerdos que laceraban mi alma lentamente, desde ese momento comenzaba una nueva etapa de mi historia como si nada hubiese ocurrido, encontrar nuevos amigos, proponerle matrimonio a mi novia, reanudar mi nueva vida. Cuando me  levanté de la banca, mi cabeza chocó con la casa de paloma que estaba en el árbol que siempre nos cobijaba con su sombra y cayó una hoja perfectamente doblada, se me hizo muy extraño que estuviera eso ahí, me pregunté para quién sería, con desdén me alejé, que tal si no fuese para mi, estaba seguro que no era para mí, quién podría escribirme una carta y dejarla ahí, no, eso no me pertenecía, pero y que tal si… entonces la abrí rápidamente, y efectivamente…
“Jamil, si tienes esto en tus manos habrán pasado días, tal vez meses y hasta de pronto años, pero lo importante es que por fin la tienes en tus manos –Estaba anonadado, por qué una carta, por qué ahí, por qué ahora cuando me disponía olvidar todo, en verdad estaba un poco confundido- No sé si recuerdas aquella vez que nos conocimos en este parque, precisamente estaba sentado en esa banca de la cual te acabas de levantar cuando  me convidaste a jugar, en verdad no tenía ganas de jugar, pero nada perdería; ese día tenía pensado quitarme la vida, ya estaba hastiado de todo, de mi hogar, de mi familia, de los estudios, de que las mujeres me rechazaran cada propuesta, de que no tuviera amigos con lo cual desahogarme y contarle mis sufrimientos, sufría solo, lloraba solo y también amaba solo. Cuando terminamos ese día de jugar, todo fue extraño, no me lo vas a creer pero fue la primera vez que me sentí aceptado por alguien, fue tanta la conmoción que causó esa invitación, ese juego, que pasé el resto del día pensando en eso, tan inmiscuido estaba en esos pensamientos que la idea tonta de suicidarme se disipo, como se disipa el falso  amor después de un pequeño sufrimiento. Al día siguiente no fui, no porque hubiese pasado algo inesperado, no fui porque tenía miedo, un miedo tonto por cierto pero fuerte, tanto tiempo  buscando un amigo y ahora que se me presentaba la oportunidad me daba miedo aceptarla, miedo a que después me desecharas como un papel que no sirve y terminara peor que antes; el tercer día fue una lucha pero no podía más, tenía que afrontar la vida, tenía que aceptar esta oportunidad o regalo que Dios me estaba dando, llegué temprano y fue ahí donde comenzó nuestra amistad, la que cambió mi vida.
Jamil, te convertiste en el bastón de apoyo en mi camino, en la luz que iluminaba mis pasos, en mi fortaleza, mi seguro,  y esto era normal, era la primera vez te vuelvo a repetir que me sentía aceptado, pero esta aceptación se convirtió en afecto, y este afecto en cariño y el cariño finalmente en amor, amor de amigos, amor de hermanos. –Pequeñas lagrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, no podía creer lo que leía, y no podía creer  que algo que para mí era insignificante como convidar a jugar a alguien, fuera sido tan trascendental para la vida de otra persona, en este caso la de mi mejor amigo- Me fui a la misma escuela y estudiamos juntos, no te voy a negar que hubo muchas cosas que me disgustaron, pero la perfección en la amistad no radica en no equivocarse, sino más bien sobrellevar, perdonar y olvidar, y así fue, nunca le di relevancia a algo, siempre olvide, siempre aguante. Cuando me enteré de lo de tu enfermedad, me puse muy mal, mi amigo, tú que te habías tomado importancia para mí, me encontraba ante la inminencia de tu partida, no lo podía superar, o al menos no podía quedarme con los brazos cruzados, por eso después de que tus padres me dijeron que dentro de tres día te iban a desconectar, me fui rápido a mi casa y me dirigí a la clínica donde estabas internado, me quedé por largo tiempo y lloré mucho, había tomado ya una decisión que no tenía vuelta atrás, y era la mejor decisión, me hice analizar y valla sorpresa, el hombre donante del corazón que fuese compatible con el tuyo que por dieciocho años habían buscado, era “yo”.
Lo pensé y lo medité por largo tiempo, pero al final tomé la decisión, comencé a diligenciar rápidamente los papeles, me tocó firmar un montón de hojas y después de tantas vueltas todo estaba listo, listo para la intervención quirúrgica. -Arrebaté abruptamente los ojos de la carta, si antes pequeñas lagrimas se asomaban en mis ojos, ahora torrentes de ella me nublaban  la vista, no sentía mis piernas y caí de bruces en el piso, grité desconsoladamente, ¿por qué? ¿por qué? no quería aceptarlo, no quería creerlo, pero ahora todo tenía lógica, mi amigo, mi hermano dio su vida por… No, No, No, no tenía fuerzas para seguir leyendo y quise dejar ahí, pero me pareció injusto con él- Te escribo esta carta antes de la intervención, dentro de pocos minutos los médicos procederán a la operación, Jamil, ¿sabes? Tengo mucho miedo, la muerte no es fácil de asumir, pero lo hago por ti, una vez tu me salvaste la vida, ahora es mi turno, tantas cosas hiciste tu por mí, que ha llegado la hora de que haga algo por ti, por favor dile a mis padres que a pesar de todo los quiero mucho y te pido un favor a ti, nunca me olvides y nunca pienses que te he dejado solo o te he abandonado, siempre estaré contigo ¿y sabes por qué? porque ahora parte de mí está en ti (hay que tonto, me puse tan sentimental al escribirte esto que se me salen las lágrimas), pocas veces te lo dije, pero te quiero mucho, fuiste una razón para vivir, disfruta la vida al máximo, disfrútala por mí, sé feliz, busca amigos, busca novia y sé feliz, me acuerdo de los planes que teníamos de estudiar en la misma universidad y facultad y el saber que esto no se va poder me entristece en gran manera, pero no importa, estudia y ojalá seas el mejor medico, tienes que ser el mejor, prométemelo. Ahora estoy donde se esconde el silencio, donde se elevan los sueños, donde bogan las almas libres,  cuándo tu muerte sea inminente te espero para perpetuar en la eternidad nuestra amistad. Infinitas gracias, te quiero, gracias por ser mi amigo, ¡oh! hasta aquí dejo, los médicos ya me llamarón para que entre al quirófano, no te olvides que ahora estamos más unidos que nunca, ahora tu estás en mí como yo estoy en ti.
El amigo que más te quiere y te aprecia
Kyle”.

Fin