En ese momento frenó
abruptamente un carro que venía a toda
velocidad, levantó tanto polvo que me quitó visibilidad y me dejó con un fuerte
sabor muy desagradable a tierra. Duró detenido varios minutos, alcancé a sudar
frío ya que se me pasaron tantas
tragedias tontas por la cabeza, pero de un momento a otro baja el conductor, se
hace a orillas del acantilado, se arrodilla y empieza a llorar amargamente,
solo logré entender una frase que decía
“maldita vida, agónica existencia”, aquel hombre, que más o menos contaba con
treinta años de edad se me hizo muy conocido, sí, claro que lo conocía, entonces
mi mente se llenó de recuerdos que cesaron
cuando él saco un arma de su chaqueta y se la puso en la frente, no me inmute
porque sabía de ante mano que nada iba a hacer, era un cobarde, toda la vida lo
había sido.
Lo conocí desde que estábamos en
jardín, éramos muy buenos amigos, a
decir verdad, los mejores, toda su vida
se destacó por ser un buen estudiante, alabado por los profesores y exaltado por
su ego. Desde muy pequeños nos interesamos por las letras y la pintura, era un
bárbaro pintando y escribiendo, nuestro hobbies era la lectura y las tertulias, que felices éramos en ese
entonces. Cuando estábamos en bachillerato, cierto día se me acercó y me dijo
que no podíamos ser más amigos, pensé que era broma así que no le di tanta
relevancia, pero en la tarde cuando llamé a su casa me contestó su madre y no
lo quiso pasar al teléfono, me dijo que
dejara a su hijo quieto, que yo lo había inducido a ideas tontas, que eso de
escribir y de pintar era para maricas, comprendí que no había sido él, sus
padres le dijeron que dejara de hablar conmigo, y no tuvo fuerzas para objetar,
no tuvo valor para decidir y escoger, ni tuvo agallas para enfrentar, solo acepto un
camino sin salida ni regreso, un camino de olvido y exigencias, aceptó una voluntad que no era la de suya y
siguió lo que decía el corazón de otro, me dolió mucho pero lo acepté, no
quería que tuviera problemas con sus padres así que me alejé, me fuí tan lejos
que no me encontró después, volé tan alto
que no me logró ver, nunca más le dirigí la palabra, pero lo analizaba,
estudiaba cada paso que daba, lo cuidaba en secreto; si antes era muy
introvertido y reservado, ahora había probado el amargo sabor de la soledad que
lleva a una auto exaltación del yo, comenzó a ser amado por muchos y odiado por
unos cuantos mediocres, se volvió altivo y prepotente, ese no era el chico que
desde kínder había conocido. Siempre pensé que había encontrado un refugio en
los estudios y que al menos eso lo hacía sentir bien, pero que equivocado
estaba, solo cumplía los requisitos de una sociedad que busca gente que se crea súper-hombres, solo andaba por las sendas que le trazaban su padres, no pensaba si eso
era lo que quería, solo obedecía y punto.
Cuando terminamos el bachillerato
él se fue a estudiar medicina, no porque le gustara, por el contrario la
detestaba, su pasión siempre había sido el arte, lo hizo porque sus padres así
lo depusieron; no tuvo valor para luchar por sus sueños, por el contrario los
dejó guardado en el sótano y bajo llave, lo que quería ya no era y lo que odiaba ahora
se convirtió en su principal objetivo, pienso que su miedo no era el
desobedecer sino que era más el no
aceptar las consecuencias que podría traer sus decisiones, al seguir lo que
decían su padres si algo salía mal la culpa era de ellos y no de él, pero lo
que no sabía era que sin darse cuenta se estaba poniendo la soga al cuello. A
pesar de todo en la universidad le fue muy bien, se destacó por ser el mejor
estudiante, tanto que se graduó con
honores, hizo muchos descubrimiento e innovo en varias cura a muchas
infecciones y enfermedades, su nombre comenzó a calar nacionalmente y muy a
menudo a parecía en las portadas de los diarios, más adelante fue reconocidos
con muchos premios internacionales, era considerado el doctor de la manos divinas ya que no se le
conocía la primera persona que haya muerto en una de sus intervenciones, además
todos los desahuciado y agonizante volvían a la vida como por milagro.
Cierto sábado iba con mi mujer y
mis dos hijos paseando por el parque y él estaba sentado en una de las bancas
leyendo el periódico, solo, porque nunca
tuvo las agallas de declararle su amor a su amada rosa aun sabiendo que ella tenía
los mismos sentimientos por él, se impresionó mucho de verme y pienso que
también le dio un poco de alegría, pero sus ojos trasmitían profundo dolor, no
fue capaz de dirigirme la palabra aunque quiso hacerlo, lo supe por su
semblante, por eso tome la determinación de hablar, lo único que pude preguntarle
era que si estaba bien, y nada más me dijo que
tenía una bonita familia, esa palabra que vino después nunca lo olvidare
“perdón”, me llegó tanto porque mostró mucho arrepentimiento y desazón en su
vida, le dije que no se preocupara, que no guardaba rencor por él, se levantó y
se fue, antes que se alejara más le di el pésame por la muerte de su padres,
solo me dijo, gracias, al menos hay personas que lo lamentan más que yo. Nunca más lo volví a ver hasta hoy.
Ahí estaba todavía llorando, no
se había percatado que alguien estaba presente en ese lugar, iba tan centrado
en sus problemas y tan ensimismado que esto le hacía imposible ver la presencia
del “otro” no solo en ese lugar, sino también en su vida. Tuve razón, nada pasó,
no se hizo daño, solo lloró y lloró desconsoladamente, parece que el tiempo le
hizo el llamado a su partida porque miró su reloj, se montó en su carro y partió.
Cinco meses después me lo encontré,
no como ustedes piensan, estaba en la primera página del periódico más
importante del país, pero también estaba en todos los noticieros, era
mencionado por todas las emisoras, el país entró en conmoción, En las horas de
la mañana descubrieron el cuerpo sin vida de Andrés Vuitton, el famoso medico, todos
especulaban en un accidente, se quedo dormido, pero sabía muy bien lo que había
hecho, aunque me costó asimilarlo supe
que había decidido hacer lo que hace cinco meses atrás había dejado
inconcluso, ¿Qué lo habrá hecho decidirse a encarnar tal decisión? No lo sé,
pero pienso que ya estaba harto de toda esta vida de mentiras y de muerte
lenta, tal vez fue la primera y única decisión que haya tomado en su vida.
Ya han pasado varios años desde
aquel traumático suceso, decidí ir al cementerio a visitar al que alguna vez
fue mi amigo que nunca dejé de querer, me acorde de las exequias, muchos
extraños gritaban de dolor por su partida, sino era "payasearía" creo que era
agradecimiento, pero muy pocos familiares
desconsolados, casi ninguno, me imagino porque nunca tuvo una cercanía
con ellos, su clan familiar era muy pobre, él era el único con la dicha de
haber nacido en cuna de oro y sus padres no querían rebajarlo o rebajarse con
semejante “gentucha” como así los llamaban. Ha pasado mucho tiempo, ahora ¿quién es Andrés Vuitton? no es más que
un muerto que rasposa en el cementerio de la ciudad, nada más.
Homais Preet
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