Ausencia sentimental

Ausencia sentimental

domingo, 20 de julio de 2014

Un sueño sin regreso


Todo fue muy lento, Allí siempre es lo mismo y por lo tanto no hay prisa. Salió de entre las sabanas con un pequeño bostezo  y se puso una camisa blanca para salir a la calle; en las escalinatas de la puerta estaba él como siempre esperándolo, no era su amigo pero era con el único que podía hablar, aunque nunca se lograra entablar un dialogo porque nunca musitaba palabra alguna, era inexpresivo, nunca una sonrisa, nunca tristeza ni enfado,  solo se limitaba a seguirlo siempre dos paso detrás de él; a pesar de eso, lo quería muchísimo y era con el único que podía ser libre y el único en que podía confiar.

Fueron como todas las mañana al único lago que existía, -no habían más porque les daba pereza hacer nuevos-; se sentaron en un pequeña banca que siempre estaba vacía y pasaron largo tiempo sentados en el verde Prado en un enervante mutismo, solo mirando las tranquilas aguas del estúpido  lago; de vez en cuando se asomaba un pajarito y los quedaba viendo como seres completamente extraños,  trinaba y luego seguía viéndolos como si esperara una recompensan por tan chillante trinado. Siempre era lo mismo, recorrer las calles de esa inhóspita ciudad,  mecerse en un columpio por largas horas y sentarse al final de nuevo frente al lago, recostarse en el césped y meditar por largo y largo tiempo. Luego de hacer el recorrido acostumbrado llegó al lago, se recostó ya sin Jeremy, porque como siempre desaparecía sin darse cuenta, ni decir adiós, ni saber por qué; cerró por un momento los ojos y cuando los abrió se encontró de frente con el afiche de los Batlle que por años había estado  pegado en el techo.

Duró cinco minutos observando el afiche –nunca se cansaba de hacerlo- y como siempre pasaba y del mismo modo, se levantó y fue al baño, duró media hora dejándose caer el chorro de agua fría que con gran potencia caía sobre su nuca y mientras tanto no pensaba en nada, tenía la capacidad de transportarse a la nada con solo un suspiro y de borrar todos sus recuerdos con un pestañeo, solo se quedaba ahí como un bulto mal hecho, como una estatua con vida y con cera, su mirada era fría e inhóspita, como quien no tiene alma o como quien su espíritu ha huido sin dejar rastros, ni huellas, ni aroma, ni fechas con las cuales retroceder o brincar a donde no hay donde caer. Después del baño  se envolvió en su toalla y  cayó a bruces en la cama y se quedó como diez minutos antes de vestirse con el uniforme vino tinto de su colegio, fue a su biblioteca y sacó unos cuadernos sin percatarse cuales eran, nunca le importó el estudio, menos su vacío cuadernos con rayas verticales y horizontales; Agarró su morral y bajó  al comedor.  Su padre estaba leyendo el diario como todas las mañanas, tan concentrado que no se percató de la llegada de su hijo  y su madre atareada con la losa para salir corriendo a refugiarse bajó los pies de un Cristo que clavado en un remedo de cruz no  hacía nada por ella,  ni por nadie; después de ver con desdén la arepa que se encontraba en el plato se levantó, agarró su morral y salió sin decir nada, y sin recibir nada.

Todo era como un ritual, siempre del mismo modo, ni un nimio de diferencia. Salió por las mismas calles, eran diez cuadras hasta llegar a su escuela; en la puerta estaban todos aglutinados como quienes se preparan psicológicamente para afrontar la prueba más grande de sus vidas, la que delimitaría lo que son y lo que serán, pero él siguió de largo. Durante los seis años de la escuela nunca se había quedado en la puerta hablando con nadie, solo siguió hacia su salón para evitar miradas y comentario y cuando llegó, se recostó sobre su pupitre a seguir pensando en nada, como siempre. El tiempo pasó lentamente, él siempre se burlaba de la misma forma de todos los infortunios de Jamil, y el sentado en su pupitre estaba en el nirvana o en el cielo o en el infierno, eso no importaba, todo eso le olía  a mierda. En la hora de descanso se quedaba en su pupitre mientras los compañeros de curso pasaban al lado de él y le hacían mofa y le pegaban un “calvazo” y reían a carcajadas, pero terminaban por cansarse porque el seguía como muerto en su pupitre, sin decir nada, sin inmutarse. El resto de tiempo seguía con la misma actitud, mirando a los profesores inexpresivamente, a veces los profesores se sentían intimidados por su mirada, porque no había nada y de vez en cuando le hacían una pregunta para no encontrar respuestas y solo encontrar la misma mirada perturbadora y avasalladora. A las doce en punto sonó la campana con agotamiento después de haber trabajado tanto, y todos como quien sale de un reclusorio corrieron con gran alegría y estrépito, Jamil por el contrario siguió con su cabeza recostada en el  brazo del pupitre.

Cuando no quedaba nadie salió tranquilamente pateando una lata de gaseosa hasta aburrirse, y se dirigió hasta la biblioteca departamental como todas las tarde, nunca iba a su casa en la hora meridiana porque sus padres nunca se encontraban en ella, su padre se quedaba en el trabajo y su madre con piedad falsa pasaba todo el día en la iglesia, huyendo a su realidad, además cada loco huye al mundo que se le da la gana y cuando se le da la gana; su refugio era la biblioteca, ahí iba todas las tarde a llenar la puntas de los libros de saliva disecada. Pero esa tarde no hizo como todos los días, solo se dirigió al gran ventanal y se quedó viendo los carros “ñacarosos”  que pasaban por la avenida principal y las personas que sin rumbo caminaban por la gran ciudad,  y sintiendo lastima de todos ellos y se echó a reír con gran estridencia logrando a traer la mirada y los comentario de todos los presente, hasta tal punto que tuvo que venir unos de los guardia para callarlo, pero el con mirada despectivas lo escupió en la cara y dijo: “Debería darle vergüenza pertenecer a la raza humana”  y con la misma estridencia salió riéndose de la biblioteca.

Todo era distinto, incluso el crepúsculo estaba pintado de otro color, estaba de buen semblante, nunca se había sentido tan contento como ese día, de camino a casa se fue bailando, todos en la calle estaban estupefacto y solo se tranquilizaban al pensar que el pobre había quedado completamente loco, no era raro, siempre habían pensado que él no era normal y esta actitud lo corroboraba. Llegó riendo a carcajadas a su casa en medio de los gritos y los insultos de sus padres, era lo habitual todos los días, en la mañana eran completamente callados y nadie se decía nada para en la tarde poder  descargar toda su cruz con ira revuelta en el otro. Él se acercó a sus padres, les dio un beso y subió a su cuarto, sus padres quedaron extrañados por esa actitud y por cuestiones de segundo cesaron la rebelión, que solo fue el impulso para comenzar una nueva y más fastidiosa.

Cuando llegó a su cuarto se acostó en la cama y comenzó a detallar toda su habitación para no guardar ningún recuerdo de ella, vio el afiche de los Batlle que tanto le gustaba, se levantó y lo volvió añicos y luego comenzó a reírse a carcajadas como quien muere de felicidad.  Se dirigió a su mesita de noche y sacó el potecito donde estaban las pastillas que todas las noches tomaba para dormir, pero en vez de tomar una, vació todo el pote en su boca. Poco a poco fue quedándose dormido hasta no poder despertar. Salió de entre las sabanas con un pequeño bostezo  y se puso una camisa blanca para salir a la calle; en las escalinatas de la puerta estaba él como siempre esperándolo, le sonrió y se fueron los dos al lago como siempre, y cuando cerró los ojos y los volvió a abrir se encontró con el mismo lago estúpido y ahora sin su sombra, que se fue como siempre sin decir nada.

Homais Preet
Derechos reservados del autor

lunes, 5 de mayo de 2014

La agonía de la muerte


Un día cuando caminaba por mi insípida ciudad pensando en la degradación del mundo, me encontré en el último callejón de esta a la muerte; me sorprendió verlo triste y agazapado, pero me sorprendió más, que su principal elemento de trabajo (la hoz) esta tirada en la basura, muy asustado me apresuré y me le acerqué e inmediatamente le pregunté ¿Qué pasa muerte? ¿No deberías estar gozando con las almas perdidas de algunos y la tristeza de aquellos que pronto te abrirán las puertas a tu visita?
+Sí, eso debería estar haciendo.
Pero  lo dice con mucha indignación y melancolía
+También es verdad. Me causa mucha indignación saber que no soy tan importante en este trabajo y melancolía el que ya no soy tan necesario.
Pero ¿cómo vas a decir eso? ¿Hay alguien que pueda hacer este vil trabajo tan bien cómo lo haces tú?
+Sí, lo hay.
Pero ¿Quién ha osado destronarte?
+El hombre. Se han creído dueños de la vida y señores de la muerte, y aunque me cueste aceptarlo, la labor que desempeñan, en esta que hasta ahora había sido mi tarea, es mucho mejor.
En ese momento como quien toma valentía, se levantó, se dirigió al bote de la basura, tomó con fuerza su hoz, la dirigió a su cuello y desde ese momento el hombre se pasea como si nada por esta mustia ciudad, arrebatando las almas de los cuerpos.
Homais Preet
Derechos reservados del autor

sábado, 22 de febrero de 2014

Cumpliendo mi voluntad ajena


En ese momento frenó abruptamente  un carro que venía a toda velocidad, levantó tanto polvo que me quitó visibilidad y me dejó con un fuerte sabor muy desagradable a tierra. Duró detenido varios minutos, alcancé a sudar frío ya que se me pasaron  tantas tragedias tontas por la cabeza, pero de un momento a otro baja el conductor, se hace a orillas del acantilado, se arrodilla y empieza a llorar amargamente, solo  logré entender una frase que decía “maldita vida, agónica existencia”, aquel hombre, que más o menos contaba con treinta años de edad se me hizo muy conocido, sí, claro que lo conocía, entonces mi mente se llenó de recuerdos que  cesaron cuando él saco un arma de su chaqueta y se la puso en la frente, no me inmute porque sabía de ante mano que nada iba a hacer, era un cobarde, toda la vida lo había sido.

Lo conocí desde que estábamos en jardín,  éramos muy buenos amigos, a decir verdad, los mejores,  toda su vida se destacó por ser un buen estudiante, alabado por los profesores y exaltado por su ego. Desde muy pequeños nos interesamos por las letras y la pintura, era un bárbaro pintando y escribiendo, nuestro hobbies era la lectura y las  tertulias, que felices éramos en ese entonces. Cuando estábamos en bachillerato, cierto día se me acercó y me dijo que no podíamos ser más amigos, pensé que era broma así que no le di tanta relevancia, pero en la tarde cuando llamé a su casa me contestó su madre y no lo quiso pasar al  teléfono, me dijo que dejara a su hijo quieto, que yo lo había inducido a ideas tontas, que eso de escribir y de pintar era para maricas, comprendí que no había sido él, sus padres le dijeron que dejara de hablar conmigo, y no tuvo fuerzas para objetar, no tuvo valor para decidir y escoger, ni  tuvo agallas para enfrentar, solo acepto un camino sin salida ni regreso, un camino de olvido y exigencias,  aceptó una voluntad que no era la de suya y siguió lo que decía el corazón de otro, me dolió mucho pero lo acepté, no quería que tuviera problemas con sus padres así que me alejé, me fuí tan lejos que no me encontró después,  volé tan alto que no me logró ver, nunca más le dirigí la palabra, pero lo analizaba, estudiaba cada paso que daba, lo cuidaba en secreto; si antes era muy introvertido y reservado, ahora había probado el amargo sabor de la soledad que lleva a una auto exaltación del yo, comenzó a ser amado por muchos y odiado por unos cuantos mediocres, se volvió altivo y prepotente, ese no era el chico que desde kínder había conocido. Siempre pensé que había encontrado un refugio en los estudios y que al menos eso lo hacía sentir bien, pero que equivocado estaba, solo cumplía los requisitos de una sociedad que busca gente que se crea súper-hombres, solo andaba por las sendas que le trazaban su padres, no pensaba si eso era lo que quería, solo obedecía y punto.

Cuando terminamos el bachillerato él se fue a estudiar medicina, no porque le gustara, por el contrario la detestaba, su pasión siempre había sido el arte, lo hizo porque sus padres así lo depusieron; no tuvo valor para luchar por sus sueños, por el contrario los dejó guardado en el sótano y bajo llave,  lo que quería ya no era y lo que odiaba ahora se convirtió en su principal objetivo, pienso que su miedo no era el desobedecer sino que  era más el no aceptar las consecuencias que podría traer sus decisiones, al seguir lo que decían su padres si algo salía mal la culpa era de ellos y no de él, pero lo que no sabía era que sin darse cuenta se estaba poniendo la soga al cuello. A pesar de todo en la universidad le fue muy bien, se destacó por ser el mejor estudiante,  tanto que se graduó con honores, hizo muchos descubrimiento e innovo en varias cura a muchas infecciones y enfermedades, su nombre comenzó a calar nacionalmente y muy a menudo a parecía en las portadas de los diarios, más adelante fue reconocidos con muchos premios internacionales, era considerado  el doctor de la manos divinas ya que no se le conocía la primera persona que haya muerto en una de sus intervenciones, además todos los desahuciado y agonizante volvían a la vida como por milagro.

Cierto sábado iba con mi mujer y mis dos hijos paseando por el parque y él estaba sentado en una de las bancas leyendo el periódico, solo,  porque nunca tuvo las agallas de declararle su amor a su amada rosa aun sabiendo que ella tenía los mismos sentimientos por él, se impresionó mucho de verme y pienso que también le dio un poco de alegría, pero sus ojos trasmitían profundo dolor, no fue capaz de dirigirme la palabra aunque quiso hacerlo, lo supe por su semblante, por eso tome la determinación de hablar, lo único que pude preguntarle era que si estaba bien, y nada más me dijo que  tenía una bonita familia, esa palabra que vino después nunca lo olvidare “perdón”, me llegó tanto porque mostró mucho arrepentimiento y desazón en su vida, le dije que no se preocupara, que no guardaba rencor por él, se levantó y se fue, antes que se alejara más le di el pésame por la muerte de su padres, solo me dijo, gracias, al menos hay personas que lo lamentan más que yo.  Nunca más lo volví a ver hasta hoy.

Ahí estaba todavía llorando, no se había percatado que alguien estaba presente en ese lugar, iba tan centrado en sus problemas y tan ensimismado que esto le hacía imposible ver la presencia del “otro” no solo en ese lugar, sino también en su vida. Tuve razón, nada pasó, no se hizo daño, solo lloró y lloró desconsoladamente, parece que el tiempo le hizo el llamado a su partida porque miró su reloj,  se montó en su carro y partió.

Cinco meses después me lo encontré, no como ustedes piensan, estaba en la primera página del periódico más importante del país, pero también estaba en todos los noticieros, era mencionado por todas las emisoras, el país entró en conmoción, En las horas de la mañana descubrieron el cuerpo sin vida de Andrés Vuitton, el famoso medico, todos especulaban en un accidente, se quedo dormido, pero sabía muy bien lo que había hecho, aunque me costó asimilarlo supe  que había decidido hacer lo que hace cinco meses atrás había dejado inconcluso, ¿Qué lo habrá hecho decidirse a encarnar tal decisión? No lo sé, pero pienso que ya estaba harto de toda esta vida de mentiras y de muerte lenta, tal  vez fue la primera y única  decisión que haya tomado en su vida.

Ya han pasado varios años desde aquel traumático suceso, decidí ir al cementerio a visitar al que alguna vez fue mi amigo que nunca dejé de querer, me acorde de las exequias, muchos extraños gritaban de dolor por su partida, sino era "payasearía" creo que era agradecimiento, pero muy pocos familiares  desconsolados, casi ninguno, me imagino porque nunca tuvo una cercanía con ellos, su clan familiar era muy pobre, él era el único con la dicha de haber nacido en cuna de oro y sus padres no querían rebajarlo o rebajarse con semejante “gentucha” como así los llamaban. Ha pasado mucho tiempo,  ahora ¿quién es Andrés Vuitton? no es más que un muerto que rasposa en el cementerio de la ciudad, nada más.

Homais Preet
Derechos reservados del autor

jueves, 2 de enero de 2014

La Gran Aldea

Después de llevar mucho tiempo viviendo en Interioridad, ciudad sin fronteras, ni visa, cuyo único requisito para habitar en ella es no salir del alma, decidí volver a la gran aldea. Hace mucho tiempo había partido de allí porque estaba hastiado de esta aldea universal donde todos son iguales, piensan iguales, hablan de la misma forma y nadie es original porque siguen los patrones de algunos pocos que manejan todo, donde el alma libre queda anonadada por el pánico que causa  la mera idea de ser distinto. Yo no había nacido para esta vida monótona, además soy de los que pienso que la monotonía lleva al desgaste de la mente y del alma hasta confinarla a la muerte del ser. Esta decisión me llevó a un fuerte combate conmigo mismo,   ¿por qué vas  volver? ¿Es que no te encontrabas bien en aquel país? Cierto que era placentero gozar de un espíritu que vaga por el cosmos sin nadie que lo reprima y ataje, pero pasó,  que este mismo espíritu divisa las fronteras de la  gran aldea y se da cuenta que está solo, que aunque este bien no es completamente feliz y que esta libertad está incompleta porque falta el “otro” para llevarla a la plenitud. Sí, eso es, busco a “otro” que comparta conmigo la libertad, la felicidad, que se regocije en  la idea de ser distinto y nadar contra corriente.

Aunque fue en este lugar donde nací y pase gran parte de mi vida, me sentía como extranjero, todo era nuevo así que lo primero que hice fue un reconocimiento, si hay algo que caracteriza a esta aldea global es su contante cambio, lo que hoy es mañana deja de ser, lo que hoy fue novedad mañana pasa a ser arcaico, lo que hoy es bello mañana podría no ser tanto. Cuando pasaba por la calle principal me sorprendió ver tanta gente agolpada en un local esperando ser abierto, de lejos divise el nombre y me lleno de mucha alegría lo que vi, pero al mismo tiempo me dejo algo confundido, era la tienda de virtudes; una de las razones por las cuales partí de esta ciudad fue el hecho de que las virtudes habían quedado confinadas al estado del relativismo, no compartía esa idea tonta de que no hay virtudes generales y que lo bueno era bueno conforme al modo de pensar de cada quien, lo que me dejaba confundido era el hecho de que esta tienda había cerrado después de que Nietzsche  había llegado al poder.

La curiosidad pudo más que mi deseo de pasar eso por inadvertido y apresuradamente me acerqué a la tienda e intenté escabullirme entre la multitud, ya que los de esta ciudad detestan a los ciudadanos de la interioridad, pienso que por envidia ya que no han sido capaz de revelarse contra sus propios deseos, gracias a Dios abrieron rápido la tienda, valla sorpresa o mejor decepción  me llevé cuando ingresé a  la tienda. En la estantería donde estaba la humildad se encontraba ahora atiborrada de orgullo, donde estaba la generosidad estaba ahora la codicia, donde estaba la castidad ahora se encontraba a borbotones la lujuria, donde estaba la mansedumbre ahora había ira, donde estaba la templanza había gula a cantidad, donde estaba la diligencia había solo pereza, y cuando me acerqué a la ultima estantería esta estaba vacía pero cuando me acerqué vislumbré el amor, pero este amor estaba sangrando y mustio, tenía un mal aspecto, pensé: debe ser que está agotado y este está ahí por su mal aspecto, esto me alegro muchísimo ya que el amor era la única de las virtudes que podría rescatar a las otras ya que las otras solo se mueven a partir de este, esto me llevó a pensar que la gran aldea podría tener salvación.

Apresuradamente me acerqué al dueño del local que se encontraba ajetreado recibiendo una mercancía y le pregunté
Yo: ¿tiene otro poco de amor?
Entre risas aquel hombre me contestó ¿amor?
Yo: ¿por qué se ríe?  
Dueño: ¿está usted buscando  amor?
Yo: Claro.
Dueño: Lo que pasa es que eso ya no se vende. Mire usted, la gente ya no busca ese tipo de cosas, usted sabe, esas virtudes implantadas por el pensamiento occidental están pasada de moda, la gente busca las verdaderas virtudes, esas que estaban antes de que llegara el pensamiento occidental y tergiversara todo, y como es bien sabido, si queremos ganar dinero tenemos que vender lo que la gente pida, el dinero es el que mueve nuestro mundo, el que no tiene dinero prácticamente no existe o al menos para la sociedad queda relegado al rincón del anonimato. Estas son las virtudes del siglo XXI. ¡Dese gusto y compre!

Con esto comprendí la cantidad de gente que visitaba la tienda. Con mucha congoja fui hasta la última estantería, agarré el amor que quedaba, me dirigí hasta la caja, saqué mi billetera con muy poco dinero, pero cuando iba a pagar el dueño del local me dijo:
Tranquilo, de todos modos iba a ser votado a la basura como los demás.

En ese momento el camión comenzó a descargar, eran cajas llenas de odio, el Dueño del local le indicó el lugar “En el último estante”. En ese momento salí de la tienda y me percate de lo que había sido ignorado al entrar a ella  por la preocupación de que aquellos hombres se dieran cuenta que era interiorista,  había fuera de la tienda cajas llenas de amor, ya olía a podrido, en ese instante llegó el camión de basura y cargó todo el carro por la cantidad de cajas contenedora de amor que había. Agache mi cabeza y me dirigí a las fronteras de la ciudad, hice un pequeño hueco y  ahí enterré el último amor, en una tabla le escribí:
“Aquí descansa el amor, acribillado por los hombres  y confinado a la muerte por el desuso. ¡Oh amor! Sin ti ¿qué será de esta aldea? Un lugar de auto-contemplación y megalomanía, de vanidades y egoísmos, de odios y rencilla,  de promiscuidad y orgías, un lugar lleno de superficialidad y mentiras.  Has de tener presente viajero que al cruzar esta línea no te encontraras con nadie que tenga la capacidad de amar, porque el amor ha sido asesinado y  las virtudes van en orden al placer y al dinero”

Crucé la línea en dirección a “Interioridad”, con la intensión de nunca más volver.

Fin

Homais Preet
Derechos reservados del autor