Ausencia sentimental

Ausencia sentimental

domingo, 20 de julio de 2014

Un sueño sin regreso


Todo fue muy lento, Allí siempre es lo mismo y por lo tanto no hay prisa. Salió de entre las sabanas con un pequeño bostezo  y se puso una camisa blanca para salir a la calle; en las escalinatas de la puerta estaba él como siempre esperándolo, no era su amigo pero era con el único que podía hablar, aunque nunca se lograra entablar un dialogo porque nunca musitaba palabra alguna, era inexpresivo, nunca una sonrisa, nunca tristeza ni enfado,  solo se limitaba a seguirlo siempre dos paso detrás de él; a pesar de eso, lo quería muchísimo y era con el único que podía ser libre y el único en que podía confiar.

Fueron como todas las mañana al único lago que existía, -no habían más porque les daba pereza hacer nuevos-; se sentaron en un pequeña banca que siempre estaba vacía y pasaron largo tiempo sentados en el verde Prado en un enervante mutismo, solo mirando las tranquilas aguas del estúpido  lago; de vez en cuando se asomaba un pajarito y los quedaba viendo como seres completamente extraños,  trinaba y luego seguía viéndolos como si esperara una recompensan por tan chillante trinado. Siempre era lo mismo, recorrer las calles de esa inhóspita ciudad,  mecerse en un columpio por largas horas y sentarse al final de nuevo frente al lago, recostarse en el césped y meditar por largo y largo tiempo. Luego de hacer el recorrido acostumbrado llegó al lago, se recostó ya sin Jeremy, porque como siempre desaparecía sin darse cuenta, ni decir adiós, ni saber por qué; cerró por un momento los ojos y cuando los abrió se encontró de frente con el afiche de los Batlle que por años había estado  pegado en el techo.

Duró cinco minutos observando el afiche –nunca se cansaba de hacerlo- y como siempre pasaba y del mismo modo, se levantó y fue al baño, duró media hora dejándose caer el chorro de agua fría que con gran potencia caía sobre su nuca y mientras tanto no pensaba en nada, tenía la capacidad de transportarse a la nada con solo un suspiro y de borrar todos sus recuerdos con un pestañeo, solo se quedaba ahí como un bulto mal hecho, como una estatua con vida y con cera, su mirada era fría e inhóspita, como quien no tiene alma o como quien su espíritu ha huido sin dejar rastros, ni huellas, ni aroma, ni fechas con las cuales retroceder o brincar a donde no hay donde caer. Después del baño  se envolvió en su toalla y  cayó a bruces en la cama y se quedó como diez minutos antes de vestirse con el uniforme vino tinto de su colegio, fue a su biblioteca y sacó unos cuadernos sin percatarse cuales eran, nunca le importó el estudio, menos su vacío cuadernos con rayas verticales y horizontales; Agarró su morral y bajó  al comedor.  Su padre estaba leyendo el diario como todas las mañanas, tan concentrado que no se percató de la llegada de su hijo  y su madre atareada con la losa para salir corriendo a refugiarse bajó los pies de un Cristo que clavado en un remedo de cruz no  hacía nada por ella,  ni por nadie; después de ver con desdén la arepa que se encontraba en el plato se levantó, agarró su morral y salió sin decir nada, y sin recibir nada.

Todo era como un ritual, siempre del mismo modo, ni un nimio de diferencia. Salió por las mismas calles, eran diez cuadras hasta llegar a su escuela; en la puerta estaban todos aglutinados como quienes se preparan psicológicamente para afrontar la prueba más grande de sus vidas, la que delimitaría lo que son y lo que serán, pero él siguió de largo. Durante los seis años de la escuela nunca se había quedado en la puerta hablando con nadie, solo siguió hacia su salón para evitar miradas y comentario y cuando llegó, se recostó sobre su pupitre a seguir pensando en nada, como siempre. El tiempo pasó lentamente, él siempre se burlaba de la misma forma de todos los infortunios de Jamil, y el sentado en su pupitre estaba en el nirvana o en el cielo o en el infierno, eso no importaba, todo eso le olía  a mierda. En la hora de descanso se quedaba en su pupitre mientras los compañeros de curso pasaban al lado de él y le hacían mofa y le pegaban un “calvazo” y reían a carcajadas, pero terminaban por cansarse porque el seguía como muerto en su pupitre, sin decir nada, sin inmutarse. El resto de tiempo seguía con la misma actitud, mirando a los profesores inexpresivamente, a veces los profesores se sentían intimidados por su mirada, porque no había nada y de vez en cuando le hacían una pregunta para no encontrar respuestas y solo encontrar la misma mirada perturbadora y avasalladora. A las doce en punto sonó la campana con agotamiento después de haber trabajado tanto, y todos como quien sale de un reclusorio corrieron con gran alegría y estrépito, Jamil por el contrario siguió con su cabeza recostada en el  brazo del pupitre.

Cuando no quedaba nadie salió tranquilamente pateando una lata de gaseosa hasta aburrirse, y se dirigió hasta la biblioteca departamental como todas las tarde, nunca iba a su casa en la hora meridiana porque sus padres nunca se encontraban en ella, su padre se quedaba en el trabajo y su madre con piedad falsa pasaba todo el día en la iglesia, huyendo a su realidad, además cada loco huye al mundo que se le da la gana y cuando se le da la gana; su refugio era la biblioteca, ahí iba todas las tarde a llenar la puntas de los libros de saliva disecada. Pero esa tarde no hizo como todos los días, solo se dirigió al gran ventanal y se quedó viendo los carros “ñacarosos”  que pasaban por la avenida principal y las personas que sin rumbo caminaban por la gran ciudad,  y sintiendo lastima de todos ellos y se echó a reír con gran estridencia logrando a traer la mirada y los comentario de todos los presente, hasta tal punto que tuvo que venir unos de los guardia para callarlo, pero el con mirada despectivas lo escupió en la cara y dijo: “Debería darle vergüenza pertenecer a la raza humana”  y con la misma estridencia salió riéndose de la biblioteca.

Todo era distinto, incluso el crepúsculo estaba pintado de otro color, estaba de buen semblante, nunca se había sentido tan contento como ese día, de camino a casa se fue bailando, todos en la calle estaban estupefacto y solo se tranquilizaban al pensar que el pobre había quedado completamente loco, no era raro, siempre habían pensado que él no era normal y esta actitud lo corroboraba. Llegó riendo a carcajadas a su casa en medio de los gritos y los insultos de sus padres, era lo habitual todos los días, en la mañana eran completamente callados y nadie se decía nada para en la tarde poder  descargar toda su cruz con ira revuelta en el otro. Él se acercó a sus padres, les dio un beso y subió a su cuarto, sus padres quedaron extrañados por esa actitud y por cuestiones de segundo cesaron la rebelión, que solo fue el impulso para comenzar una nueva y más fastidiosa.

Cuando llegó a su cuarto se acostó en la cama y comenzó a detallar toda su habitación para no guardar ningún recuerdo de ella, vio el afiche de los Batlle que tanto le gustaba, se levantó y lo volvió añicos y luego comenzó a reírse a carcajadas como quien muere de felicidad.  Se dirigió a su mesita de noche y sacó el potecito donde estaban las pastillas que todas las noches tomaba para dormir, pero en vez de tomar una, vació todo el pote en su boca. Poco a poco fue quedándose dormido hasta no poder despertar. Salió de entre las sabanas con un pequeño bostezo  y se puso una camisa blanca para salir a la calle; en las escalinatas de la puerta estaba él como siempre esperándolo, le sonrió y se fueron los dos al lago como siempre, y cuando cerró los ojos y los volvió a abrir se encontró con el mismo lago estúpido y ahora sin su sombra, que se fue como siempre sin decir nada.

Homais Preet
Derechos reservados del autor

lunes, 5 de mayo de 2014

La agonía de la muerte


Un día cuando caminaba por mi insípida ciudad pensando en la degradación del mundo, me encontré en el último callejón de esta a la muerte; me sorprendió verlo triste y agazapado, pero me sorprendió más, que su principal elemento de trabajo (la hoz) esta tirada en la basura, muy asustado me apresuré y me le acerqué e inmediatamente le pregunté ¿Qué pasa muerte? ¿No deberías estar gozando con las almas perdidas de algunos y la tristeza de aquellos que pronto te abrirán las puertas a tu visita?
+Sí, eso debería estar haciendo.
Pero  lo dice con mucha indignación y melancolía
+También es verdad. Me causa mucha indignación saber que no soy tan importante en este trabajo y melancolía el que ya no soy tan necesario.
Pero ¿cómo vas a decir eso? ¿Hay alguien que pueda hacer este vil trabajo tan bien cómo lo haces tú?
+Sí, lo hay.
Pero ¿Quién ha osado destronarte?
+El hombre. Se han creído dueños de la vida y señores de la muerte, y aunque me cueste aceptarlo, la labor que desempeñan, en esta que hasta ahora había sido mi tarea, es mucho mejor.
En ese momento como quien toma valentía, se levantó, se dirigió al bote de la basura, tomó con fuerza su hoz, la dirigió a su cuello y desde ese momento el hombre se pasea como si nada por esta mustia ciudad, arrebatando las almas de los cuerpos.
Homais Preet
Derechos reservados del autor

sábado, 22 de febrero de 2014

Cumpliendo mi voluntad ajena


En ese momento frenó abruptamente  un carro que venía a toda velocidad, levantó tanto polvo que me quitó visibilidad y me dejó con un fuerte sabor muy desagradable a tierra. Duró detenido varios minutos, alcancé a sudar frío ya que se me pasaron  tantas tragedias tontas por la cabeza, pero de un momento a otro baja el conductor, se hace a orillas del acantilado, se arrodilla y empieza a llorar amargamente, solo  logré entender una frase que decía “maldita vida, agónica existencia”, aquel hombre, que más o menos contaba con treinta años de edad se me hizo muy conocido, sí, claro que lo conocía, entonces mi mente se llenó de recuerdos que  cesaron cuando él saco un arma de su chaqueta y se la puso en la frente, no me inmute porque sabía de ante mano que nada iba a hacer, era un cobarde, toda la vida lo había sido.

Lo conocí desde que estábamos en jardín,  éramos muy buenos amigos, a decir verdad, los mejores,  toda su vida se destacó por ser un buen estudiante, alabado por los profesores y exaltado por su ego. Desde muy pequeños nos interesamos por las letras y la pintura, era un bárbaro pintando y escribiendo, nuestro hobbies era la lectura y las  tertulias, que felices éramos en ese entonces. Cuando estábamos en bachillerato, cierto día se me acercó y me dijo que no podíamos ser más amigos, pensé que era broma así que no le di tanta relevancia, pero en la tarde cuando llamé a su casa me contestó su madre y no lo quiso pasar al  teléfono, me dijo que dejara a su hijo quieto, que yo lo había inducido a ideas tontas, que eso de escribir y de pintar era para maricas, comprendí que no había sido él, sus padres le dijeron que dejara de hablar conmigo, y no tuvo fuerzas para objetar, no tuvo valor para decidir y escoger, ni  tuvo agallas para enfrentar, solo acepto un camino sin salida ni regreso, un camino de olvido y exigencias,  aceptó una voluntad que no era la de suya y siguió lo que decía el corazón de otro, me dolió mucho pero lo acepté, no quería que tuviera problemas con sus padres así que me alejé, me fuí tan lejos que no me encontró después,  volé tan alto que no me logró ver, nunca más le dirigí la palabra, pero lo analizaba, estudiaba cada paso que daba, lo cuidaba en secreto; si antes era muy introvertido y reservado, ahora había probado el amargo sabor de la soledad que lleva a una auto exaltación del yo, comenzó a ser amado por muchos y odiado por unos cuantos mediocres, se volvió altivo y prepotente, ese no era el chico que desde kínder había conocido. Siempre pensé que había encontrado un refugio en los estudios y que al menos eso lo hacía sentir bien, pero que equivocado estaba, solo cumplía los requisitos de una sociedad que busca gente que se crea súper-hombres, solo andaba por las sendas que le trazaban su padres, no pensaba si eso era lo que quería, solo obedecía y punto.

Cuando terminamos el bachillerato él se fue a estudiar medicina, no porque le gustara, por el contrario la detestaba, su pasión siempre había sido el arte, lo hizo porque sus padres así lo depusieron; no tuvo valor para luchar por sus sueños, por el contrario los dejó guardado en el sótano y bajo llave,  lo que quería ya no era y lo que odiaba ahora se convirtió en su principal objetivo, pienso que su miedo no era el desobedecer sino que  era más el no aceptar las consecuencias que podría traer sus decisiones, al seguir lo que decían su padres si algo salía mal la culpa era de ellos y no de él, pero lo que no sabía era que sin darse cuenta se estaba poniendo la soga al cuello. A pesar de todo en la universidad le fue muy bien, se destacó por ser el mejor estudiante,  tanto que se graduó con honores, hizo muchos descubrimiento e innovo en varias cura a muchas infecciones y enfermedades, su nombre comenzó a calar nacionalmente y muy a menudo a parecía en las portadas de los diarios, más adelante fue reconocidos con muchos premios internacionales, era considerado  el doctor de la manos divinas ya que no se le conocía la primera persona que haya muerto en una de sus intervenciones, además todos los desahuciado y agonizante volvían a la vida como por milagro.

Cierto sábado iba con mi mujer y mis dos hijos paseando por el parque y él estaba sentado en una de las bancas leyendo el periódico, solo,  porque nunca tuvo las agallas de declararle su amor a su amada rosa aun sabiendo que ella tenía los mismos sentimientos por él, se impresionó mucho de verme y pienso que también le dio un poco de alegría, pero sus ojos trasmitían profundo dolor, no fue capaz de dirigirme la palabra aunque quiso hacerlo, lo supe por su semblante, por eso tome la determinación de hablar, lo único que pude preguntarle era que si estaba bien, y nada más me dijo que  tenía una bonita familia, esa palabra que vino después nunca lo olvidare “perdón”, me llegó tanto porque mostró mucho arrepentimiento y desazón en su vida, le dije que no se preocupara, que no guardaba rencor por él, se levantó y se fue, antes que se alejara más le di el pésame por la muerte de su padres, solo me dijo, gracias, al menos hay personas que lo lamentan más que yo.  Nunca más lo volví a ver hasta hoy.

Ahí estaba todavía llorando, no se había percatado que alguien estaba presente en ese lugar, iba tan centrado en sus problemas y tan ensimismado que esto le hacía imposible ver la presencia del “otro” no solo en ese lugar, sino también en su vida. Tuve razón, nada pasó, no se hizo daño, solo lloró y lloró desconsoladamente, parece que el tiempo le hizo el llamado a su partida porque miró su reloj,  se montó en su carro y partió.

Cinco meses después me lo encontré, no como ustedes piensan, estaba en la primera página del periódico más importante del país, pero también estaba en todos los noticieros, era mencionado por todas las emisoras, el país entró en conmoción, En las horas de la mañana descubrieron el cuerpo sin vida de Andrés Vuitton, el famoso medico, todos especulaban en un accidente, se quedo dormido, pero sabía muy bien lo que había hecho, aunque me costó asimilarlo supe  que había decidido hacer lo que hace cinco meses atrás había dejado inconcluso, ¿Qué lo habrá hecho decidirse a encarnar tal decisión? No lo sé, pero pienso que ya estaba harto de toda esta vida de mentiras y de muerte lenta, tal  vez fue la primera y única  decisión que haya tomado en su vida.

Ya han pasado varios años desde aquel traumático suceso, decidí ir al cementerio a visitar al que alguna vez fue mi amigo que nunca dejé de querer, me acorde de las exequias, muchos extraños gritaban de dolor por su partida, sino era "payasearía" creo que era agradecimiento, pero muy pocos familiares  desconsolados, casi ninguno, me imagino porque nunca tuvo una cercanía con ellos, su clan familiar era muy pobre, él era el único con la dicha de haber nacido en cuna de oro y sus padres no querían rebajarlo o rebajarse con semejante “gentucha” como así los llamaban. Ha pasado mucho tiempo,  ahora ¿quién es Andrés Vuitton? no es más que un muerto que rasposa en el cementerio de la ciudad, nada más.

Homais Preet
Derechos reservados del autor

jueves, 2 de enero de 2014

La Gran Aldea

Después de llevar mucho tiempo viviendo en Interioridad, ciudad sin fronteras, ni visa, cuyo único requisito para habitar en ella es no salir del alma, decidí volver a la gran aldea. Hace mucho tiempo había partido de allí porque estaba hastiado de esta aldea universal donde todos son iguales, piensan iguales, hablan de la misma forma y nadie es original porque siguen los patrones de algunos pocos que manejan todo, donde el alma libre queda anonadada por el pánico que causa  la mera idea de ser distinto. Yo no había nacido para esta vida monótona, además soy de los que pienso que la monotonía lleva al desgaste de la mente y del alma hasta confinarla a la muerte del ser. Esta decisión me llevó a un fuerte combate conmigo mismo,   ¿por qué vas  volver? ¿Es que no te encontrabas bien en aquel país? Cierto que era placentero gozar de un espíritu que vaga por el cosmos sin nadie que lo reprima y ataje, pero pasó,  que este mismo espíritu divisa las fronteras de la  gran aldea y se da cuenta que está solo, que aunque este bien no es completamente feliz y que esta libertad está incompleta porque falta el “otro” para llevarla a la plenitud. Sí, eso es, busco a “otro” que comparta conmigo la libertad, la felicidad, que se regocije en  la idea de ser distinto y nadar contra corriente.

Aunque fue en este lugar donde nací y pase gran parte de mi vida, me sentía como extranjero, todo era nuevo así que lo primero que hice fue un reconocimiento, si hay algo que caracteriza a esta aldea global es su contante cambio, lo que hoy es mañana deja de ser, lo que hoy fue novedad mañana pasa a ser arcaico, lo que hoy es bello mañana podría no ser tanto. Cuando pasaba por la calle principal me sorprendió ver tanta gente agolpada en un local esperando ser abierto, de lejos divise el nombre y me lleno de mucha alegría lo que vi, pero al mismo tiempo me dejo algo confundido, era la tienda de virtudes; una de las razones por las cuales partí de esta ciudad fue el hecho de que las virtudes habían quedado confinadas al estado del relativismo, no compartía esa idea tonta de que no hay virtudes generales y que lo bueno era bueno conforme al modo de pensar de cada quien, lo que me dejaba confundido era el hecho de que esta tienda había cerrado después de que Nietzsche  había llegado al poder.

La curiosidad pudo más que mi deseo de pasar eso por inadvertido y apresuradamente me acerqué a la tienda e intenté escabullirme entre la multitud, ya que los de esta ciudad detestan a los ciudadanos de la interioridad, pienso que por envidia ya que no han sido capaz de revelarse contra sus propios deseos, gracias a Dios abrieron rápido la tienda, valla sorpresa o mejor decepción  me llevé cuando ingresé a  la tienda. En la estantería donde estaba la humildad se encontraba ahora atiborrada de orgullo, donde estaba la generosidad estaba ahora la codicia, donde estaba la castidad ahora se encontraba a borbotones la lujuria, donde estaba la mansedumbre ahora había ira, donde estaba la templanza había gula a cantidad, donde estaba la diligencia había solo pereza, y cuando me acerqué a la ultima estantería esta estaba vacía pero cuando me acerqué vislumbré el amor, pero este amor estaba sangrando y mustio, tenía un mal aspecto, pensé: debe ser que está agotado y este está ahí por su mal aspecto, esto me alegro muchísimo ya que el amor era la única de las virtudes que podría rescatar a las otras ya que las otras solo se mueven a partir de este, esto me llevó a pensar que la gran aldea podría tener salvación.

Apresuradamente me acerqué al dueño del local que se encontraba ajetreado recibiendo una mercancía y le pregunté
Yo: ¿tiene otro poco de amor?
Entre risas aquel hombre me contestó ¿amor?
Yo: ¿por qué se ríe?  
Dueño: ¿está usted buscando  amor?
Yo: Claro.
Dueño: Lo que pasa es que eso ya no se vende. Mire usted, la gente ya no busca ese tipo de cosas, usted sabe, esas virtudes implantadas por el pensamiento occidental están pasada de moda, la gente busca las verdaderas virtudes, esas que estaban antes de que llegara el pensamiento occidental y tergiversara todo, y como es bien sabido, si queremos ganar dinero tenemos que vender lo que la gente pida, el dinero es el que mueve nuestro mundo, el que no tiene dinero prácticamente no existe o al menos para la sociedad queda relegado al rincón del anonimato. Estas son las virtudes del siglo XXI. ¡Dese gusto y compre!

Con esto comprendí la cantidad de gente que visitaba la tienda. Con mucha congoja fui hasta la última estantería, agarré el amor que quedaba, me dirigí hasta la caja, saqué mi billetera con muy poco dinero, pero cuando iba a pagar el dueño del local me dijo:
Tranquilo, de todos modos iba a ser votado a la basura como los demás.

En ese momento el camión comenzó a descargar, eran cajas llenas de odio, el Dueño del local le indicó el lugar “En el último estante”. En ese momento salí de la tienda y me percate de lo que había sido ignorado al entrar a ella  por la preocupación de que aquellos hombres se dieran cuenta que era interiorista,  había fuera de la tienda cajas llenas de amor, ya olía a podrido, en ese instante llegó el camión de basura y cargó todo el carro por la cantidad de cajas contenedora de amor que había. Agache mi cabeza y me dirigí a las fronteras de la ciudad, hice un pequeño hueco y  ahí enterré el último amor, en una tabla le escribí:
“Aquí descansa el amor, acribillado por los hombres  y confinado a la muerte por el desuso. ¡Oh amor! Sin ti ¿qué será de esta aldea? Un lugar de auto-contemplación y megalomanía, de vanidades y egoísmos, de odios y rencilla,  de promiscuidad y orgías, un lugar lleno de superficialidad y mentiras.  Has de tener presente viajero que al cruzar esta línea no te encontraras con nadie que tenga la capacidad de amar, porque el amor ha sido asesinado y  las virtudes van en orden al placer y al dinero”

Crucé la línea en dirección a “Interioridad”, con la intensión de nunca más volver.

Fin

Homais Preet
Derechos reservados del autor

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Donde se esconde el silencio

 Claro que recuerdo ese día. Esa tarde fui como todos los días al parque,  me gustaba ir a este parque porque siempre permanecía solo, además que estaba a las afuera de la ciudad hoy es mejor estar frente la pantalla de un celular que escuchar el dulce repicar de un balón.  Este lugar no solo era mi lugar preferido porque podía jugar en paz sino que también servía para pensar mejor sin ningún tipo de distracción, ni perturbación.
Ese día fue distinto, porque por primera vez vi alguien sentado en una de las bancas del parque, no te presté mucha atención y pasé directamente a la cancha a jugar, pero no era lo mismo, me había acostumbrado a jugar solo y tu presencia me inquietaba, me perturbaba; en tantos años nadie había ido por ahí y ¿por qué de un momento a otros aparece este desconocido? La curiosidad pudo más que yo y me dirigí a ti y te convide a jugar, me dijiste que no sabías jugar básquet y te respondí que no te preocuparas   que yo te enseñaba. Jugamos toda la tarde, nunca había disfrutado tanto un juego como el de ese día, cuando acabamos de jugar  nos sentamos en la banca y hablamos un poco, quedamos ese día que al día siguiente íbamos a jugar de nuevo y nos despedimos.
Al día siguiente llegué más temprano para esperarte, pasó una hora, dos horas, tres horas y no apareciste, ese día no jugué por esperarte, cuando me disponía a irme del parque apareciste y  me dijiste que te disculpara, que te había surgido un problema y  aunque no te creí de a mucho te dije que no te preocuparas que yo entendía y que estaba muy apurado ese día y que me disculparas por tener que irme a prisa pero que había esperado alrededor de tres horas y que no podía esperar más, quedamos que al día siguiente si jugábamos y nos fuimos, en realidad me fui, tú te quedaste en la misma banca del día anterior, pero tu mirada era distinta, el día anterior tenías una mirada vacía, como si no tuvieses rumbo, ni camino  y esta había desaparecido.
El tercer día llegaste temprano y jugamos, fue el primer partido que consolidó una gran amistad, después de ahí todos los día nos encontrábamos en el parque para jugar. Pasaron cinco  largos años y nuestra amistad crecía cada vez más, te pasaste para mi colegio  y estuvimos en el mismo curso, te convertiste en un bastón de apoyo para mí, una luz que iluminaba las tinieblas de mi existencia. Nunca había tenido un amigo y tampoco es que lo buscara ávidamente pero tú habías llegado en un momento importante y fundamental de mi vida.
Cuando nos encontrábamos en once, último año de la escuela, habíamos quedado en ir a la misma universidad y facultad, pero algo inesperado ocurrió, comencé a sentir fuertes punzadas en el corazón, lo tenía de vez en cuando, pero ese año se incrementaron y más agudas, mis papas cada que le preguntaba sobre lo ocurrido  evadían el tema, hasta ese día. Aquel martes me llamaron a su habitación y me dijeron que desde nacimiento había venido con una deficiencia en el corazón y que al nacer  le dijeron a ellos que mi vida no se prolongaría más de los dieciocho años, la edad que en ese momento tenía; me enfurecí, y lloré amargamente, no podía soportar que me hubiesen ocultado por dieciocho años eso, ahora estaba ante una muerte inminente, me encontraba en un callejón sin salida, y la única solución era una trasplante de corazón, que era imposible porque hasta ese momento en dieciocho años no habían encontrado un corazón que compatibilizara con mi cuerpo.  En el momento que iba a salir de la casa me retuvieron dos tipos altos con bastas blancas, supe en seguida que era médicos, le pedí que me soltaran pero no accedieron, grite duro pero nada resultó, aparecieron mis padres y le supliqué hasta el cansancio que les dijeran a esos tipos que me soltaran, pero no musitaron palabra, me urgía ir donde ti y decirte lo que me estaba ocurriendo, necesitaba decírtelo a ti, a mi único y gran amigo. Cuando mi padre dijo algo fue para decir que era por mi bien y en ese momento sentí una inyección que traspasaba mi piel y  luego no sentí nada, nada de nada.

II
M extrañé de que no hubiese ido al parque. Durante una semana esperé por horas a que llegaras pero no lo hiciste, por eso fui a tu casa, pero aun ahí no estabas, toqué por días y horas la puerta que nunca abría, pasé soles y lluvias esperando que llegaras, pero nunca hubo movimiento, las luces siempre estaban apagadas y la casa estaba deshabitada.
Así duré dos meses, estaba desilusionado, lo que se me pasaba por la cabeza era que te habías mudado y no habías sido capaz de despedirte, tanto tiempo juntos y todo había acabado como si   nada hubiese ocurrido, cada vez que pensaba de esta manera mi alma se llenaba de dolor y mi corazón arrugado no quería entregarse a la resignación, seguí yendo a tu casa  con la esperanza vaga de encontrarte, hasta que por fin ocurrió.
Ese viernes no tuvimos clase y me fui desde muy temprano para tu casa, no desayuné porque mi corazón presentía que  iba a saber de ti, me senté en la banca que está del otro lado de la calle, toque y toque y nada, cada media hora hacia esta tarea, ese día hizo sol como nunca y el bochorno era enervante como que anuncia una fuerte tempestad, pero aguanté hasta el desmayo, en las horas de la tarde calló el torrencial aguacero con granizo como casi nunca se ve por aquí, pero no me moví de la banca y me levantaba cada media hora a tocar la puerta para ver si alguien abría pero nada, no quería pedir la esperanza y por eso no me moví de esa banca. Eran ya las siete de la noche, habían pasado ya doce horas desde mi llegada cuando un carro se parqueó frente de la casa y vi bajar a tus padres de él, pensaba que venías con ellos pero nada, me apresuré, crucé la callé y me precipité sobre la puerta. Cuando tus padres me vieron se echaron a llorar y me contaron lo sucedido. Quedé anonadado, estupefacto, no podía creerlo, me explicaron que tuviste la intensión de ir a mi casa a contarme  lo ocurrido pero que había que tomarse medidas pronto y ellos te lo habían impedido, si antes me sentía mal, ahora estaba decepcionado con la vida y el mundo, hasta con el mismo Dios que después de haberme dado una razón para vivir ahora me la arrebataba sin compasión ni caridad, me dijeron lo del trasplante y que lo médicos habían dicho que solo te quedaban tres día para ser desconectado porque mantenerte con las maquinas era muy costosos y ya tus padres no estaban en la capacidad económica de sobrellevar todo esto, se vinieron de la clínica para afrontar tu muerte inminente, y para ir acostumbrándose al mundo de soledad intensiva  al cuál se acercaban; pero ¿qué podría hacer yo? No aguantaba la impotencia al no poder hacer nada, quería en ese momento tener la capacidad de dar vida, pero era inútil y por más que llorara y renegara tu partida sería inminente, me tocaba como tus padres  afrontar tu muerte y acostumbrarme al mundo de soledad intensiva que se acercaba tras tu partida, pero ¿la vida para qué? que me llevara Dios si fuese posible, porque es más preferible la muerte que una vida llena de oscuridades y desenfrenos.
Acongojado me fui de tu casa, no paraba de llover y ahora ni eso me importaba, no me importaba nada, no tenía cabeza para nada, quisiera tener una solución para ti pero ¿qué podría hacer… apresuré mis pasos, llegué a mi casa sigilosamente para que nadie se percatara de mi presencia, subí a mi cuarto y empaque unas cuantas mudas de ropa en el bolso de la escuela, me fui sin decir nada, sin despedirme, sin decir adiós, iba a tomar un camino que no tiene retorno, pero que era lo mejor para mi, ¿qué sentido tendría mi vida sin ti? Ninguno, por eso lo que iba a ser era lo mejor.

III
Cuando llegué a mi casa lo primero que hice fue llamar a la tuya, el teléfono timbró y timbró pero nadie lo agarró, no desistí y marqué y marqué pero nadie contestaba. No creas, el hecho de que no me hubieses ido a visitar en mi convalecencia me entristeció pero lo comprendí porque no sabías nada, pero en mis últimos días nunca estuviste y en mi recuperación tampoco y tenías pleno conocimiento de mi estado de salud porque sabías por boca de mis padres que tres días antes de que los médicos dijeran que me iban a desconectar tu llegaste a la casa y ellos te dijeron todo, pero eres mi mejor amigo y te perdono cualquier cosa, cualquier falta, todo por mantener nuestra amistad.
Quiero contarte lo feliz que me siento al tener otra oportunidad en esta vida, por dieciocho años había buscado un corazón compatible y no lo habían encontrado y de un momento a otro aparece uno en optimas condiciones y que compatibiliza bien con mi cuerpo, lo único que sé es que era un señor que había muerto de un problema gastrointestinal, está muerto y por eso no le puedo dar las gracias personalmente, pero toda mi vida se lo voy a agradecer; pero a pesar de toda esta alegría hay algo que me entristece y es el hecho de no poder compartir contigo esta alegría que invade todo mi ser. Todos estos días he ido a tu casa pero nadie abre la puerta, me la he pasado llamando y nadie descuelga el teléfono, los vecinos de tu barrio no saben nada, claro, viven tan inmiscuidos en sus vidas que le importa nada lo que les pase a los demás, pero incluso en el colegio nadie me dio respuesta, nadie se había percatado de tu ausencia, imagínate que ni siquiera de la mía, pasábamos tan desapercibidos que pasamos a ser anónimos con gente que habíamos compartido seis largos años, pero incluso tu facebook estaba en inactividad aproximadamente tres meses, antes de que me internaran en la clínica, pero nunca apareciste, te esperé y nunca llegaste, me asomaba por el  parque pero no te dejaste ver, hasta que desistí de pensar en que aparecerías, perdí la esperanza y acepte que me habías abandonado en el momento más crítico de mi vida, no quería afrontar esto pero no podía vivir toda mi vida tapando el sol con un dedo, quise olvidarte pero los recuerdos se clavaban cada vez más en mi, trate de vivir como si no me afectara aunque por dentro me estaba desgarrando de dolor, Kyle, quería odiarte pero incluso en eso no podía.
Sabes, entré a la universidad a la cual habíamos planeado entrar juntos y entré en la faculta de nuestros sueños, estudié medicina, me fue muy bien pero aun así la vida no era lo mismo, encontré una novia, ya llevamos tres años, no quería pero de pronto su presencia lograría disipar mi melancolía, pero ni eso lo logró, ella es muy paciente conmigo y me quiere mucho, yo la amo muchísimo pero poco se lo demuestro porque me da miedo que me volviera a ocurrir lo que me pasó, mostrarle todo mi amor y al final me bote a la basura como si nada hubiese pasado, no quería afrontar eso y sería muy duro para mí.
Dejé de ir al parque, evitaba todo lo que me trajera tus recuerdos aunque escapar a ellos me resultaba imposible, traté de hacer nuevos amigos, me fue muy bien pero no era la amistad que buscaba, buscaba una amistad de verdad y no de salidas y comilonas; pasaron muchos años hasta el punto que mi inconsciente había olvidado esos bellos momentos de juventud pasados contigo, bueno en realidad era lo que trataba de hacer pero en lo momentos menos pensados eso pensamientos volvían a mí como misiles que atacaban directamente al corazón.

IV
Ya han pasado seis años, el  próximo mes me graduaré y con honores, me hubiese gustado que lo hubiésemos hecho junto, pero esta vida se encargó de separarnos. Hace como cinco años no visito el parque, ese donde nos hicimos amigos, ese donde pasamos buenos momentos, últimamente he tenido ganas de volver, como que ya he empezado a superarlo, ¡antes de la graduación lo haré!
Dos días antes de la graduación fui al parque, ¿por qué? no lo sé, de pronto porque tenía ganas de dejar aflorar los recuerdos, además me dije que iba a superar eso, que iba a pasar la página y seguir escribiendo mi historia.
Cuando llegué al parque me senté en la banca que siempre nos sentábamos después de jugar, pasé aproximadamente tres horas, lloré amargamente porque estos recuerdos fueron más fuerte que yo, pero me calmé, era  la última vez que lloraba por eso, recordé el primer día que nos conocimos, ahora que lo pienso bien, siempre me ocultaste cosas, porque es la hora y no sé porque ese día te encontrabas en el parque, bueno, en realidad eso no tenía mucha importancia, lo importante aquí es que habíamos sido los mejores amigos.
Ese día me prometí que iba a olvidar todo, que iba a desechar esos recuerdos que laceraban mi alma lentamente, desde ese momento comenzaba una nueva etapa de mi historia como si nada hubiese ocurrido, encontrar nuevos amigos, proponerle matrimonio a mi novia, reanudar mi nueva vida. Cuando me  levanté de la banca, mi cabeza chocó con la casa de paloma que estaba en el árbol que siempre nos cobijaba con su sombra y cayó una hoja perfectamente doblada, se me hizo muy extraño que estuviera eso ahí, me pregunté para quién sería, con desdén me alejé, que tal si no fuese para mi, estaba seguro que no era para mí, quién podría escribirme una carta y dejarla ahí, no, eso no me pertenecía, pero y que tal si… entonces la abrí rápidamente, y efectivamente…
“Jamil, si tienes esto en tus manos habrán pasado días, tal vez meses y hasta de pronto años, pero lo importante es que por fin la tienes en tus manos –Estaba anonadado, por qué una carta, por qué ahí, por qué ahora cuando me disponía olvidar todo, en verdad estaba un poco confundido- No sé si recuerdas aquella vez que nos conocimos en este parque, precisamente estaba sentado en esa banca de la cual te acabas de levantar cuando  me convidaste a jugar, en verdad no tenía ganas de jugar, pero nada perdería; ese día tenía pensado quitarme la vida, ya estaba hastiado de todo, de mi hogar, de mi familia, de los estudios, de que las mujeres me rechazaran cada propuesta, de que no tuviera amigos con lo cual desahogarme y contarle mis sufrimientos, sufría solo, lloraba solo y también amaba solo. Cuando terminamos ese día de jugar, todo fue extraño, no me lo vas a creer pero fue la primera vez que me sentí aceptado por alguien, fue tanta la conmoción que causó esa invitación, ese juego, que pasé el resto del día pensando en eso, tan inmiscuido estaba en esos pensamientos que la idea tonta de suicidarme se disipo, como se disipa el falso  amor después de un pequeño sufrimiento. Al día siguiente no fui, no porque hubiese pasado algo inesperado, no fui porque tenía miedo, un miedo tonto por cierto pero fuerte, tanto tiempo  buscando un amigo y ahora que se me presentaba la oportunidad me daba miedo aceptarla, miedo a que después me desecharas como un papel que no sirve y terminara peor que antes; el tercer día fue una lucha pero no podía más, tenía que afrontar la vida, tenía que aceptar esta oportunidad o regalo que Dios me estaba dando, llegué temprano y fue ahí donde comenzó nuestra amistad, la que cambió mi vida.
Jamil, te convertiste en el bastón de apoyo en mi camino, en la luz que iluminaba mis pasos, en mi fortaleza, mi seguro,  y esto era normal, era la primera vez te vuelvo a repetir que me sentía aceptado, pero esta aceptación se convirtió en afecto, y este afecto en cariño y el cariño finalmente en amor, amor de amigos, amor de hermanos. –Pequeñas lagrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, no podía creer lo que leía, y no podía creer  que algo que para mí era insignificante como convidar a jugar a alguien, fuera sido tan trascendental para la vida de otra persona, en este caso la de mi mejor amigo- Me fui a la misma escuela y estudiamos juntos, no te voy a negar que hubo muchas cosas que me disgustaron, pero la perfección en la amistad no radica en no equivocarse, sino más bien sobrellevar, perdonar y olvidar, y así fue, nunca le di relevancia a algo, siempre olvide, siempre aguante. Cuando me enteré de lo de tu enfermedad, me puse muy mal, mi amigo, tú que te habías tomado importancia para mí, me encontraba ante la inminencia de tu partida, no lo podía superar, o al menos no podía quedarme con los brazos cruzados, por eso después de que tus padres me dijeron que dentro de tres día te iban a desconectar, me fui rápido a mi casa y me dirigí a la clínica donde estabas internado, me quedé por largo tiempo y lloré mucho, había tomado ya una decisión que no tenía vuelta atrás, y era la mejor decisión, me hice analizar y valla sorpresa, el hombre donante del corazón que fuese compatible con el tuyo que por dieciocho años habían buscado, era “yo”.
Lo pensé y lo medité por largo tiempo, pero al final tomé la decisión, comencé a diligenciar rápidamente los papeles, me tocó firmar un montón de hojas y después de tantas vueltas todo estaba listo, listo para la intervención quirúrgica. -Arrebaté abruptamente los ojos de la carta, si antes pequeñas lagrimas se asomaban en mis ojos, ahora torrentes de ella me nublaban  la vista, no sentía mis piernas y caí de bruces en el piso, grité desconsoladamente, ¿por qué? ¿por qué? no quería aceptarlo, no quería creerlo, pero ahora todo tenía lógica, mi amigo, mi hermano dio su vida por… No, No, No, no tenía fuerzas para seguir leyendo y quise dejar ahí, pero me pareció injusto con él- Te escribo esta carta antes de la intervención, dentro de pocos minutos los médicos procederán a la operación, Jamil, ¿sabes? Tengo mucho miedo, la muerte no es fácil de asumir, pero lo hago por ti, una vez tu me salvaste la vida, ahora es mi turno, tantas cosas hiciste tu por mí, que ha llegado la hora de que haga algo por ti, por favor dile a mis padres que a pesar de todo los quiero mucho y te pido un favor a ti, nunca me olvides y nunca pienses que te he dejado solo o te he abandonado, siempre estaré contigo ¿y sabes por qué? porque ahora parte de mí está en ti (hay que tonto, me puse tan sentimental al escribirte esto que se me salen las lágrimas), pocas veces te lo dije, pero te quiero mucho, fuiste una razón para vivir, disfruta la vida al máximo, disfrútala por mí, sé feliz, busca amigos, busca novia y sé feliz, me acuerdo de los planes que teníamos de estudiar en la misma universidad y facultad y el saber que esto no se va poder me entristece en gran manera, pero no importa, estudia y ojalá seas el mejor medico, tienes que ser el mejor, prométemelo. Ahora estoy donde se esconde el silencio, donde se elevan los sueños, donde bogan las almas libres,  cuándo tu muerte sea inminente te espero para perpetuar en la eternidad nuestra amistad. Infinitas gracias, te quiero, gracias por ser mi amigo, ¡oh! hasta aquí dejo, los médicos ya me llamarón para que entre al quirófano, no te olvides que ahora estamos más unidos que nunca, ahora tu estás en mí como yo estoy en ti.
El amigo que más te quiere y te aprecia
Kyle”.

Fin