Un día cuando caminaba por mi
insípida ciudad pensando en la degradación del mundo, me encontré en el último
callejón de esta a la muerte; me sorprendió verlo triste y agazapado, pero me
sorprendió más, que su principal elemento de trabajo (la hoz) esta tirada en la
basura, muy asustado me apresuré y me le acerqué e inmediatamente le pregunté
¿Qué pasa muerte? ¿No deberías estar gozando con las almas perdidas de algunos
y la tristeza de aquellos que pronto te abrirán las puertas a tu visita?
+Sí, eso debería estar haciendo.
Pero lo dice con mucha indignación y melancolía
+También es verdad. Me causa
mucha indignación saber que no soy tan importante en este trabajo y melancolía
el que ya no soy tan necesario.
Pero ¿cómo vas a decir eso? ¿Hay
alguien que pueda hacer este vil trabajo tan bien cómo lo haces tú?
+Sí, lo hay.
Pero ¿Quién ha osado destronarte?
+El hombre. Se han creído dueños
de la vida y señores de la muerte, y aunque me cueste aceptarlo, la labor que
desempeñan, en esta que hasta ahora había sido mi tarea, es mucho mejor.
En ese momento como quien toma
valentía, se levantó, se dirigió al bote de la basura, tomó con fuerza su hoz,
la dirigió a su cuello y desde ese momento el hombre se pasea como si nada por
esta mustia ciudad, arrebatando las almas de los cuerpos.
Homais Preet
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