Ausencia sentimental

Ausencia sentimental

jueves, 2 de enero de 2014

La Gran Aldea

Después de llevar mucho tiempo viviendo en Interioridad, ciudad sin fronteras, ni visa, cuyo único requisito para habitar en ella es no salir del alma, decidí volver a la gran aldea. Hace mucho tiempo había partido de allí porque estaba hastiado de esta aldea universal donde todos son iguales, piensan iguales, hablan de la misma forma y nadie es original porque siguen los patrones de algunos pocos que manejan todo, donde el alma libre queda anonadada por el pánico que causa  la mera idea de ser distinto. Yo no había nacido para esta vida monótona, además soy de los que pienso que la monotonía lleva al desgaste de la mente y del alma hasta confinarla a la muerte del ser. Esta decisión me llevó a un fuerte combate conmigo mismo,   ¿por qué vas  volver? ¿Es que no te encontrabas bien en aquel país? Cierto que era placentero gozar de un espíritu que vaga por el cosmos sin nadie que lo reprima y ataje, pero pasó,  que este mismo espíritu divisa las fronteras de la  gran aldea y se da cuenta que está solo, que aunque este bien no es completamente feliz y que esta libertad está incompleta porque falta el “otro” para llevarla a la plenitud. Sí, eso es, busco a “otro” que comparta conmigo la libertad, la felicidad, que se regocije en  la idea de ser distinto y nadar contra corriente.

Aunque fue en este lugar donde nací y pase gran parte de mi vida, me sentía como extranjero, todo era nuevo así que lo primero que hice fue un reconocimiento, si hay algo que caracteriza a esta aldea global es su contante cambio, lo que hoy es mañana deja de ser, lo que hoy fue novedad mañana pasa a ser arcaico, lo que hoy es bello mañana podría no ser tanto. Cuando pasaba por la calle principal me sorprendió ver tanta gente agolpada en un local esperando ser abierto, de lejos divise el nombre y me lleno de mucha alegría lo que vi, pero al mismo tiempo me dejo algo confundido, era la tienda de virtudes; una de las razones por las cuales partí de esta ciudad fue el hecho de que las virtudes habían quedado confinadas al estado del relativismo, no compartía esa idea tonta de que no hay virtudes generales y que lo bueno era bueno conforme al modo de pensar de cada quien, lo que me dejaba confundido era el hecho de que esta tienda había cerrado después de que Nietzsche  había llegado al poder.

La curiosidad pudo más que mi deseo de pasar eso por inadvertido y apresuradamente me acerqué a la tienda e intenté escabullirme entre la multitud, ya que los de esta ciudad detestan a los ciudadanos de la interioridad, pienso que por envidia ya que no han sido capaz de revelarse contra sus propios deseos, gracias a Dios abrieron rápido la tienda, valla sorpresa o mejor decepción  me llevé cuando ingresé a  la tienda. En la estantería donde estaba la humildad se encontraba ahora atiborrada de orgullo, donde estaba la generosidad estaba ahora la codicia, donde estaba la castidad ahora se encontraba a borbotones la lujuria, donde estaba la mansedumbre ahora había ira, donde estaba la templanza había gula a cantidad, donde estaba la diligencia había solo pereza, y cuando me acerqué a la ultima estantería esta estaba vacía pero cuando me acerqué vislumbré el amor, pero este amor estaba sangrando y mustio, tenía un mal aspecto, pensé: debe ser que está agotado y este está ahí por su mal aspecto, esto me alegro muchísimo ya que el amor era la única de las virtudes que podría rescatar a las otras ya que las otras solo se mueven a partir de este, esto me llevó a pensar que la gran aldea podría tener salvación.

Apresuradamente me acerqué al dueño del local que se encontraba ajetreado recibiendo una mercancía y le pregunté
Yo: ¿tiene otro poco de amor?
Entre risas aquel hombre me contestó ¿amor?
Yo: ¿por qué se ríe?  
Dueño: ¿está usted buscando  amor?
Yo: Claro.
Dueño: Lo que pasa es que eso ya no se vende. Mire usted, la gente ya no busca ese tipo de cosas, usted sabe, esas virtudes implantadas por el pensamiento occidental están pasada de moda, la gente busca las verdaderas virtudes, esas que estaban antes de que llegara el pensamiento occidental y tergiversara todo, y como es bien sabido, si queremos ganar dinero tenemos que vender lo que la gente pida, el dinero es el que mueve nuestro mundo, el que no tiene dinero prácticamente no existe o al menos para la sociedad queda relegado al rincón del anonimato. Estas son las virtudes del siglo XXI. ¡Dese gusto y compre!

Con esto comprendí la cantidad de gente que visitaba la tienda. Con mucha congoja fui hasta la última estantería, agarré el amor que quedaba, me dirigí hasta la caja, saqué mi billetera con muy poco dinero, pero cuando iba a pagar el dueño del local me dijo:
Tranquilo, de todos modos iba a ser votado a la basura como los demás.

En ese momento el camión comenzó a descargar, eran cajas llenas de odio, el Dueño del local le indicó el lugar “En el último estante”. En ese momento salí de la tienda y me percate de lo que había sido ignorado al entrar a ella  por la preocupación de que aquellos hombres se dieran cuenta que era interiorista,  había fuera de la tienda cajas llenas de amor, ya olía a podrido, en ese instante llegó el camión de basura y cargó todo el carro por la cantidad de cajas contenedora de amor que había. Agache mi cabeza y me dirigí a las fronteras de la ciudad, hice un pequeño hueco y  ahí enterré el último amor, en una tabla le escribí:
“Aquí descansa el amor, acribillado por los hombres  y confinado a la muerte por el desuso. ¡Oh amor! Sin ti ¿qué será de esta aldea? Un lugar de auto-contemplación y megalomanía, de vanidades y egoísmos, de odios y rencilla,  de promiscuidad y orgías, un lugar lleno de superficialidad y mentiras.  Has de tener presente viajero que al cruzar esta línea no te encontraras con nadie que tenga la capacidad de amar, porque el amor ha sido asesinado y  las virtudes van en orden al placer y al dinero”

Crucé la línea en dirección a “Interioridad”, con la intensión de nunca más volver.

Fin

Homais Preet
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